jueves, 16 de junio de 2011

Más allá del turismo, Machu Picchu es identidad.

Lenin Heredia Mimbela

Colegio Montessori



Alrededor del nombre Machu Picchu existe una diversidad de sentidos. En primer lugar, por supuesto, se reconoce como tal a aquel gran centro turístico ubicado en la ciudad del Cusco, a donde anualmente llegan, atraídos por historias milenarias o por curiosidad cosmopolita, miles de visitantes de todo el mundo. Es más, sin arriesgar exactitud, sería posible afirmar que Macchupicchu ha pasado, gracias al tiempo y la costumbre, a ser identificado de manera espontánea con la idea del “turismo”. ¿A Cusco? Por supuesto. ¿A Macchupicchu? Sin duda. Nada más emocionante o nutritivo para el espíritu (y la cámara fotográfica) que la gran ciudadela de los incas. Esto representa para el país, sea dicho de paso, fortísimos ingresos económicos. Sin embargo, más allá de este detalle, y más allá incluso de las referencias históricas, vale preguntarse qué significa verdaderamente Machu Picchu para el Perú, para sus ciudadanos y su identidad.

Es cierto que no es esta una pregunta que nos hagamos muy seguido, o que siquiera nos hagamos, a secas. Resulta mejor seguir dando vueltas sobre lo ya sabido, sobre aquellas frases hechas o puntos de vista recurrentes. Que fue descubierta por Hiram Bingham. Que incluso antes del explorador norteamericano la ciudadela era ya conocida por los pobladores del lugar. Que se trató de un refugio militar inca, o acaso de un centro de descanso. Por lo pronto, dentro de este amplio archivo de información, queda claro que el nombre Macchupicchu identifica simbólicamente –concentra, digamos, en esencia- a la cultura de los incas. Los detalles para precisar si se trató de un proyecto impulsado por Pachacútec, o acaso de algún otro jerarca, detalles que pueden lindar con la erudición, quedan por un instante de lado, se ven desplazados por el hecho contundente de representar, para el gran público, a toda la cultura andina o quechua.

Ahora bien, la gran paradoja llega al preguntarse: ¿es tan fuerte nuestra atracción por la cultura quechua como fuerte es nuestra atracción por Macchupicchu? Es más, ¿qué es realmente para nosotros, ciudadanos del extremo norte del país, la cultura quechua? Sabido es que no mucho antes de la llegada de los españoles existió una gran civilización que ocupó los Andes y alcanzó un alto desarrollo político, cultural y económico. Pero, ¿qué pasó con ella tras la conquista? ¿Qué sucedió con sus descendientes tras, digamos, la Independencia? ¿Ha desaparecido esta cultura? ¿Se ha transformado? ¿Se expresa hoy mismo? La celebración del centenario del descubrimiento de Macchupicchu para el mundo, este año, es un excelente motivo para detenerse en ello.

Para explicar esta situación, y entender de mejor manera dicho entramado, vale recordar brevemente el caso de Luis Alberto Sánchez. Este estudioso de la literatura peruana cometió, pese a sus aportes, un error de acercamiento y apreciación respecto de la cultura quechua. Si bien aceptó la existencia de una literatura que emanaba de ella, cuya presencia y florecimiento atravesó incluso el periodo de conquista, pasó por alto la posibilidad de que existiera una literatura quechua contemporánea. ¿Las expresiones culturales quechuas murieron hace algunos siglos? Salvo ciertas recopilaciones de poemas prehispánicos, ¿no se daban en la actualidad creaciones de este mismo pueblo? Resulta más o menos notorio, y esto nos lo debería recordar también el nombre Machu Picchu, que la respuesta es negativa.

Lo quechua, la influencia de lo quechua, sus ciudadanos, la identidad misma del país descansa (o debería) sobre una base cultural que proviene de allí y que no descarta las demás influencias. Lo quechua más lo extranjero, así se resumiría la identidad peruana. No debería por tanto olvidarse que si Machu Picchu, esa hermosa y mágica construcción, está allí para los peruanos y para el mundo, es para conservarla y apreciarla pues representa parte fundamental de nuestra identidad. De esta manera es posible superar el criterio inicial y dejar de considerar este bien histórico únicamente como ruta turística, y empezar a mirar hacia él como al símbolo de un país y una cultura vivientes.

La revaloración de esta cultura puede, pues, asumirse desde distintos puntos. El Colegio Montessori, por ejemplo, con motivo de sus 35 años de vida institucional, ha decidido realizar una serie de actividades que promueven justamente el interés por lo andino. Ello en el marco de las celebraciones por los cien años del descubrimiento de Machu Picchu para el mundo. El público podrá asistir a talleres de quechua, exposiciones gráficas, conferencias, conversatorios, debates, etc., actividades todas imbuidas en el firme compromiso de rendir homenaje a nuestra cultura. La actividad sin duda más importante, aquella que moviliza por estos días a casi todo su personal, es la puesta en escena de la fiesta del Inti Raymi, prevista para el día 08 de julio.

2 comentarios:

  1. Un enfoque interesante y reflexivo sobre la identidad. Sin embargo pienso que para llegar a identificarnos como peruanos, primero tenemos que entender que somos diversos. Aceptar la diversidad socio cultural de nuestro país nos está costando muchos conflictos. Las redes sociales, hace poco, nos han demostrado un pais dividido e intolerante. Pienso que lo que podemos hacer como educadores es enseñar objetivamente nuestra historia, sin miedo a decir la verdad de los hechos pasados. Lo que apuntas de Luis Alberto Sánchez, es tan válido como afirmar que en muchos colegios se "inventa" una historia del Imperio Incaico desde una perspectiva occidental, cuando en realidad la cosmovisión andina era totalmente diferente y opuesta. Con la celebración del Inti Raimy en nuestro colegio estamos creando un espacio de reencuentro entre peruanos. Justamente porque somos diversos somos un país grande.
    Alberto Machuca

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  2. Lo que dice el WESITOS es cierto, tenemos una gran riqueza cultural e histórica. Hay que saberla valorar al máximo. Machu Picchu no solo es turismo y reconocimiento mundial, sino es todo un paradigma por descubrir. Por eso, en nuestro querido colegio le rendimos homenaje a sus 100 años y a nuestros 35, forjando valores y orgullo en nuestros estudiantes. Felicidades nopo!!!

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